lunes, 27 de abril de 2009

Elisenda.

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Se asomó al desvencijado ventanuco de la cocina, en busca del mejor y único compañero de sus últimos cinco años. Por el entramado de viejos tejados del Raval ambos se divisan de inmediato. Él, interrumpe su concienzudo aseo matinal al mismo tiempo que responde con un breve e imperceptible maullido a su llamada y mientras se despereza, se dirige hacia los apenas 40 metros cuadrados que comparten, retrasando remolón, el abandono de los primeros rayos de sol de esa madrugada.

Un viento tibio preñado de aromas de mar, mitiga la mezcolanza de olores a café soluble y fritanga que castigan su olfato todas las mañanas. Al cerrar la ventana, percibe como el cielo restalla en azul, aún en el angosto patio de luces de ese lóbrego callejón, Eso, y sus articulaciones, presagian un día radiante, parece que por fin, va a hacer buen tiempo.

Mientras ellos comparten la leche con madalenas en un silencio afortunado, otra vez se oye llorar a ese bebé y en algún sitio cercano vuelven a discutir en ese idioma tan extraño. Pone la radio maquinalmente, en un vano intento de evadirse de problemas ajenos y también de recuerdos propios. Aunque a decir verdad, sin saber muy bien cómo, casi todo se ha perdido ya en algún recoveco de su memoria. A veces, ni siquiera recuerda que la ha llevado a vivir en ese agujero... como ahora... Pero probablemente sea mejor no recordarlo, porque después de todo, ha descubierto que ese status de “in albis” es cómodo y da paz. Una serenidad, que incluso sin recordar el motivo, sabe ajena a ella.

Por otra parte, a esa hora temprana, los sopores del sueño aún no la han abandonado del todo y Moncho, hace intentos de acomodarse en su regazo para seguir sesteando. Le cuesta poco ceder al ¿por qué no? que asoma en su ánimo. Total, la nota de su nevera y el reloj, dicen que esa mujer tan amable del Ayuntamiento que por lo visto la ayuda y a la que ahora mismo no recuerda muy bien... aún tardará horas en llegar. Y  como a Moncho, también le apetece una siestecita.

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En la parte alta de ciudad, la radio de Eva se pone en marcha a la hora prevista, aunque el sueño la haya abandonado largo rato antes. Desde la muerte de Miguel, no ha vuelto a dormir ni una sola noche de un tirón. En esas horas de vigilia le cuesta masticar la soledad nocturna y no puede dejar de darle vueltas a todo. Se levanta en la penumbra de un jueves, que se adivina claro por las rendijas de una persiana a medio echar. Casi a tientas, se mete bajo el agua caliente y benefactora de la ducha, que se ha convertido en uno de los mejores momentos de sus átonos días. Al secarse el pelo, en otro intento de huida de si misma, se abstrae por completo en las ondas provocadas en la piscina por el cedazo del jardinero que extrae con precisión las hojas caídas en la lluvia nocturna.

Vuelve de su breve enajenamiento para seguir un día más refugiándose en el bastón de lo cotidiano, lo que la  determina a organizar el trabajo del día sin pensar en nada más. Lo primero, será ir a buscar a su pupila Elisenda para desayunar juntas y dar un paseo. Hay que aprovechar el buen tiempo. Da un vistazo rápido y desinteresado al espejo y aprobado el reflejo, después de tomar un café negro como su ánimo, abandona la casa por la puerta de atrás para evitar el riego automático y la verborrea interminable del jardinero.

De camino al centro, los puestos de flores y libros que menudean por doquier, le recuerdan que es Sant Jordi, aunque en esa hora temprana aún se ven solitarios. Por un momento maldice la efeméride, al pensar que por un día que debe acercarse a la Rambla con el coche, seguro que estará cerrada y la Guardia Urbana no la dejará pasar. Y acierta, la circulación está restringida en esa zona. Su trabajo, la ha acostumbrado a calibrar rápidamente las situaciones más dispares. Así que decide aparcar en el Saba de Catalunya, para en en pocos minutos asomar por el acceso del Banco de España de ese estacionamiento, adentrándose con paso ágil y seguro por la Puerta del Ángel hacia las callejuelas del Raval. Si quiere que su pupila disfrute de la salida, debe darse prisa. Calcula, que como mucho, a partir de las 11h. el famoso Paseo estará impracticable, como todos los años en esa fecha.

En apenas media hora, se encuentran desayunando en la antigua fábrica de pasta reconvertida en magnífica Pastelería-cafetería. Sabe que le encanta ese lugar, que ella misma le mostró tiempo ha. La intención, es entablar conversación con la anciana, lo que resulta una ardua e infructuosa tarea cuando tu interlocutora parece instalada en otra dimensión y sus respuestas son un desfile de monosílabos. Así que, suspira resignada... y piensa que al menos le hará compañía…

Elisenda, se lo toma con calma, disfrutando hasta la última gota de su pequeño ágape. Aunque se niegue a colaborar en cualquier conversación, es un placer verla comer tomándose su tiempo, con esa calma y pulcritud escrupulosa que sólo se da en las gentes de muy buena crianza. Ese trabajo, a veces tan ingrato, también tiene sus compensaciones. Esa mujer, es una de ellas. Sabe poco de su vida, pero es evidente por como se comporta y habla, que no ha nacido en el ambiente en el que se desenvuelve. Le costó hacerse con ella, pero poco a poco, su feroz reserva inicial ha ido dando paso a una confianza que sin traspasar la cordialidad, es suficiente para que ambas estén cómodas juntas. Su demencia senil, alterna con ráfagas de lucidez cada vez más cortas, en las que la ve sufrir tanto, que casi la prefiere perdida en la nada. Como hoy. Presiente que, como en su caso, es mejor no remover recuerdos, lo que provoca que, hablen poco e insulso. Pero desde el primer momento, a pesar de esa mirada ausente que sabe utilizar con maestría para marcar distancia entre ambas, le gustó esa mujer de cuello elegante y modales de aristócrata.

Cuando por fin salen de nuevo a la Rambla, una multitud abigarrada y heterogénea está invadiendo el paseo, otrora por las mañanas bastante tranquilo. El gentío es ya considerable, y por un momento, Eva duda sobre si es mejor seguir adelante con sus planes de paseo o volver sobre sus pasos hacia el diminuto apartamento.  Es entonces cuando Elisenda, la toma del brazo murmurando un “¡vamos!” inesperado, que no admite réplica. A buen paso, sorteando todo tipo de obstáculos con precisión casi milimétrica, la conduce Rambla arriba en dirección a Plaza de Catalunya. Algo asombrada, la deja hacer expectante... al llegar al final del Paseo, doblan a la derecha en dirección al Portal del Angel, de nuevo por la acera del Banco de España, pero a la altura del Pasaje de Ribadeneyra, vuelve a torcer a la derecha conduciéndola sin titubear hacia el zaguán de una conocida entidad bancaria. A punto de detenerla sin entender muy bien lo que pretende, la anciana, abre una extraña puerta de madera, por lo antigua... sobre todo, en medio del diseño rabiosamente moderno de la entidad financiera y sin vacilación alguna se cuela dentro. Eva, ya inquieta, arrepentida de haberla dejado llegar tan lejos, la sigue esperando algún enredo.

La sorpresa inicial da paso inmediato a la fascinación más absoluta. Nunca imaginó que Ávalon pudiese existir en medio de la gran ciudad. Sin comprender aún muy bien cómo, de pronto, ha accedido a un mundo antiguo y perdido... donde reina un silencio casi sepulcral en contraste con el bullicio extremo del que provienen. Su mirada, abarca con avidez el entorno, en medio de una estupefacción que la mantiene en momentáneo silencio. Mientras,  su guía, como una inesperada sacerdotisa de ese insólito Camelot, comienza a relatar con toda suerte de detalles, como si hubiese dado esa explicación muchas otras veces, que están en el claustro gótico de la Iglesia de Santa Ana, a la que nunca había accedido por esa entrada, ignota para la mayoría de población, incluyéndola a ella. Cuenta, que la puerta por la que han accedido a ese mágico lugar, no se abre todos los días del año, pero que sabe que en un día como el de Sant Jordi, el Ayuntamiento la tendría abierta con objeto de mantener el censo* que permitirá no perder el paso para la ciudadanía. Que el maravilloso claustro Gótico en el que se encuentran, data del siglo XV, igual que la Iglesia actual, pero que ésta, está   reconstruida sobre otra románica del siglo XIII.

Una hermosa y exuberante vegetación, que hace honor a una primavera avanzada, se encarama por los vetustos muros con facilidad, alcanzando prácticamente el campanario y lo invade todo con generosidad, deslumbrando al afortunado espectador ocasional, que no da abasto a disfrutar de tanta y tan fortuita belleza. El sonido prístino de una fuente renacentista de chorro cristalino, resuena en un claustro de doble galería y arcadas ojivales perfectas, confiriéndole al  ambiente un eco de pureza y una indescriptible sensación de oasis total.

Elisenda, sumergida aún en uno de sus cada vez más escasos momentos de lucidez, sigue narrando minuciosa, la historia de la capilla y su influencia en la ciudad a lo largo de la Historia. Hasta que en un momento dado, sus ojos pierden  el brillo que los ilumina... deteniéndose desconcertada... En breves instantes, enmudece enajenada para regresar a su desconocido y lejano país de brumas, de nuevo vacía y ausente... Eva,  toma la mano de la anciana, que por vez primera ésta no retira, y la conduce hacia uno de los bancos de piedra.  Durante largo rato, las dos mujeres permanecen en ese secreto y seductor paraje, en el que hasta los trinos de los pájaros resultan sigilosos y donde el tiempo, detenido,  parece no existir...

Y si lo hace, corre a su favor.

Será la primera noche en mucho tiempo, en que ambas dormirán de un tirón,  invadidas de una ya casi olvidada sensación de paz. 





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* Carga o tributo, de derecho de paso en este caso, que grava algunas fincas.

jueves, 16 de abril de 2009

Cambio de armario


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Para Esperanza.
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Ya que últimamente ando de viaje más de lo que me gustaría, decidí dedicar estos días de asueto a descansar tranquilamente en casa. Y como la caprichosa meteorología de Abril, por más que me guste la lluvia, no ha acompañado demasiado mis planes de largos paseos marítimos y lecturas al aire libre, pensé que era un buen momento para acometer algunos trabajillos domésticos*. Entre ellos, el engorroso, a la par que entretenido cambio de armario.

Una tarea que además de tiempo implica, planificación, ojo clínico, serenidad, mucho aplomo y auto-estima a raudales!. Diría incluso que auténtico valor.
Planificación, para ordenar con comodidad y buena accesibilidad el vestuario de los próximos meses. Que luego no hay quien encuentre nada. Ojo clínico, para decidir que vale la pena conservar de temporadas previas y que no. Serenidad y aplomo para probarse la ropa del año anterior y comprobar como de una temporada a otra, el paso del tiempo no perdona, a “naide ne nenguno”. A mi tampoco. Y valor y auto-estima para escuchar los comentarios de un par de asesoras que “meagenciao” para evitarme veleidades y tentaciones de juventudes extemporáneas. Y también de todo lo contrario, que una, aunque con una edad, tampoco está tan mal.

Hace ya algunos años que acepto la propuesta de mis gemelas, esta semana en el dique seco a causa de los exámenes y que siempre se ofrecen raudas y pródigas a ayudarme en ese menester. Accedo, más que encantada, confiando en que me mantengan al día en estas cuestiones y sobre todo, porque desde su juventud y perfección, son implacables sobre lo que me está bien y está al día y lo que no. La verdad es que lo hacen genial y siempre me queda un armario muy “apañao”.

Hay ropa que no ofrece duda y enseguida está seleccionada, tanto si es para retirar, como si no… El problema está en esas otras piezas, que milagrosa y misteriosamente se van salvando de la “quema” año tras año…

Por ejemplo, ¿quién no tiene unos tejanos que hace unos años le estaban divinos de la muerte y mantiene la esperanza de reciclarlos, a la espera de esa dieta milagrosa que hará que entres en ellos de nuevo?. Ilusión, que la maldita cremallera de los puñeteros pantalones convierte, otro año más, en vana utopía. O esos otros, en los que te embutes, pero que se han quedado como cortos… Y así, como pensando en voz alta murmuras…

- Es que ahora se llevan más largos...

Se oye entonces, la voz autorizada de una de las “asesoras” que te mira así como de soslayo y comenta…

-No son cortos mamá, lo que pasa es que los llenas más, y claro, suben…

-Ya… y sigues probando…

-El vestido Ibizenco, quedátelo que está guay . Y los tejanos negros también.

- Y tú piensas… ¡menos mal!

- Uy! En esta camisa tampoco vas a entrar…

-Ya verás como sí, y metes barriga que ni Pepito Piscinas, y abrocha. Por narices, que abrocha... Ya a punto de desbaratarte y con las tetas por anginas, pero con sonrisa de triunfo, las miras y les dices…

- ¡Lo ves!

Y ellas de nuevo con mirada oblicua y aplomo maligno donde lo haya, te dicen…

-Hombre, cerrar cierra, pero ni se te ocurra sentarte con ella, que me vas a sacar un ojo con ese botón.

- Ya… y otra cosa a la pila del no…

- mami, ¿me puedo quedar este bolso?

- grrrrrrrr!!!! Pero musitas un vaaale!

Importante mencionar el hallazgo de la bolsa de bikinis y bañadores, que mi par de mentoras han comenzado a probarse-apropiarse. Y aunque en primera instancia, ya cansada de tanta prueba, declino la sugerencia de probarme yo también, termino por aceptar. Prudentemente, rechazo los dos piezas y elijo un traje de baño.

Y allí, delante del espejo con la perfección por duplicado a la vista, me digo que va a tener razón mi amiga Maribel, que con mucha ironía y toda la cachaza del mundo siempre dice: que poco a poco, la falda va bajando el pelo subiendo… y en la cintura una goma… para que entre todo! Es lo que tiene estar en la edad del “si no fuera por…”

Entre risas, les digo que todo es un complot de la gravedad, los fractales y el chocolate… ¡y generosas perfectas, maravillosas embusteras ellas, declaran firmar mi aspecto a mi edad ahora misming! Y que si la arruga es bella, las curvas sexys, las redondeces cómodas y tiernas y mil cariños más. La frase del día y que me hace sonreír aún ahora, es: mami, tú no estás gordi, estás “rotunda” ¡toma ya!

En un par de horas, cansadas y satisfechas, seguimos nuestro jolgorio frente a un helado de chocolate, que nos lo hemos ganado! y todo lo cura... trazando o más bien maquinando planes nocturnos.

Y de algo tan aparentemente superficial, deriva una conversación sobre cuestiones que no lo son tanto. Ellas preguntan y a mi me toca contestar...
Enfrentarse a la madurez, al principio de la decadencia física, puede llegar a ser difícil. Algun@s lo viven casi como una tragedia. No hay más que mirar a nuestro alrededor. Todos conocemos a algún patético caso…

Envejecer no es difícil si se le ponen arrestos, humor, lucidez y mucho cariño hacia una mism@. Lo natural acostumbra a ser lo más fácil. Y lo natural es cumplir años. Es más, la alternativa a no hacerlo, es ciertamente jodida. Prefiero aceptarme y sobre todo quererme. Con los años he aprendido que la perspectiva, sobre las cosas que antes nos parecían importantísimas va cambiando casi sin que nos demos cuenta.
Todo se tiñe de relatividad ¡y que se joda Don Benedicto!. Y lo que antes nos parecía importantísimo, ahora no lo es tanto. Y ay! de aquel que no se percate de ello y se quede enganchado en un tiempo pasado. Porque habrá ingresado en esa dimensión desconocida de seres que viven fuera de su tiempo, con la derrota grabada en la mirada, que es por donde acostumbra a asomar el alma. Nada, en este Universo va a ganar esa batalla. El tiempo es todopoderoso, inaprensible e inmisericorde.

Por eso, me siento afortunada por todo lo que he tenido y aún tengo, por todo lo que he disfrutado y lo que te rondaré morena! Y no cambio un vientre terso, por dos maravillas como vosotros. Ni vuestra juventud, por ni siquiera una de mis arrugas sabias. Con todos mis tropezones y dificultades, vivo como un logro, haber llegado hasta aquí y no volvería atrás ni para tomar impulso.
Y disculpadme la moralina de un texto que, en principio, sólo intentaba sugerir una sonrisa.
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*Pienso seguir sin limpiar el horno!

martes, 7 de abril de 2009

De Sincronicidad y comidas de olla



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De un tiempo a esta parte, por motivos laborales, debo viajar con una cierta frecuencia a diferentes ciudades del país. Hace unas semanas, en uno de esos viajes, se produjo una de esas casualidades o causalidades, de sincronicidad Junguiana que aún me tiene estupefacta.

La mecánica organizativa de mi trabajo, me pone en contacto con gente joven, de la que debo recoger diferentes datos, entre los que está el nombre. Pues bien, estando en Euskadi y hallándome en ese trance de transcribir los datos personales de una amable jovencita, escoltada por un silencioso compañero, que en principio nada tenía que ver con el asunto que nos ocupaba, comentábamos por hablar de algo, de la dificultad de los nombres de la zona. En un momento dado del trivial parloteo, sin saber muy bien porqué, expliqué a mis interlocutores, que en todos partes existían nombres y apellidos “especiales” y para mejor ilustración de lo que hablábamos, mencioné con nombre y apellidos a un compañero de Universidad del que años ha, había perdido la pista, pero que me constaba, residía en una zona bastante alejada del País Vasco. A lo que, con unos ojos como platos, respondió de inmediato el mudo espectador...

-Es mi padre.

Tras la confusión inicial, y las corroboraciones pertinentes, resultó que efectivamente, el padre del convidado de piedra, era mi compañero perdido en la noche de los tiempos. Una vez zanjado el asunto que nos ocupaba, le trasladé mis salutaciones, le facilité una tarjeta de visita por cortesía y di por concluida la anécdota, sin más.

Ya os imaginais, cual no sería mi sorpresa, cuando antes de una hora recibía una llamada al móvil y una invitación a un café, para una vez finalizada mi jornada laboral. Acepté sin dudarlo. Siempre me han fascinado estas insólitas “casualidades”. Fue un encuentro agradable en el que nos explicamos nuestras respectivas trayectorias. Similares, aunque totalmente paralelas. Cruzamos direcciones y prometimos mantenernos en contacto.

En el viaje de vuelta, no podía dejar de pensar en ese aparentemente ¿azar puro y duro?. No conseguía darle un sentido a ese encuentro, salvo que el futuro nos desvele un propósito o un motivo que por el momento se me escapa…

Quizás Lorenz y su Teoría del Caos me dieran una explicación… No sé donde recuerdo haber leído, creo que referido a Jung y a estos hechos “sincrónicos” que la mente puede actuar como procesador interno o como un amplificador de señal… ¿cómo es posible que citase ese nombre y no otro, delante del hijo de mi compañero? ¿Estaba recibiendo algún tipo de indicios por parte suya? ¿qué hacía él allí, donde nada se le había perdido? Y casi lo mejor de todo, yo fui sustituyendo a un compañero, que cayó enfermo en el último momento. De hecho mi destino inicial era otro…

Quizás, tal como recuerdo de mi lectura sobre este asunto, mi mente actuó como un modem, recibiendo datos de forma inconsciente. O de alguna forma incidí aleatoriamente en ese Inconsciente Colectivo que ayuda a materializar estos hechos sincrónicos. Aunque esas mismas circunstancias aleatorias nos enfrentan a veces con nuestro destino y quizás es el azar quien realmente nos conduce.

Jung creía, que podíamos reorganizar el azar en nuestro beneficio, para atraer eso que denominamos suerte. La clave estaría en romper ese determinismo y reordenar el azar en una especie de nueva realidad generativa, en lugar de dejarnos llevar por el caos primordial que nos arrastra sin sentido. ¿Seríamos así creadores de nuestro propio destino a través de los Arquetipos adecuados? ¿tendremos un procesador de aleatoriedad que traduce el significado de lo irracional y da sentido a lo que aparentemente no lo tiene? Algo así como estar conectados de forma subconsciente con el Inconsciente Colectivo o la Sabiduría akásica, gracias a nuestro modem psíquico interior…

No hay pruebas científicas que puedan explicar como se producen estos hechos sincrónicos. Pero a todos, alguna vez nos han sucedido este tipo de casualidades, o hemos tenido noticia de algo relacionado con ellas.

Los budistas creen que nuestro Yo es una creación de la mente, que nuestro Yo no reside en nuestro cuerpo físico. Algo así como, somos nuestro cuerpo y la “percepción” de él. Que vendría a ser una definición de lo que sería la personalidad… y de ahí a los arquetipos y a los roles no hay distancia alguna y…. buffffffffff

El viaje, se me hizo cortito, cortito… pero la “comida de olla” fue considerable…
Esteeeeee, a lo mejor ¡calladita estoy más guapa!
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