viernes, 29 de mayo de 2009

Sueños perdidos...

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Ayer por la tarde, en un descanso de mis caminatas diarias por el paseo de la playa coincidí con tres “personajillos” que me hicieron retroceder a tiempos muy lejanos. El buen tiempo ha sacado del ostracismo hogareño a los más pequeños y los acerca al sol y al mar. Tres de ellos hablaban no muy lejos de mí, que sentada en un banco del paseo les escuchaba casi sin querer. No tendrían más allá de ocho o nueve años y se mostraban preocupados por que a uno de ellos lo cambiaban de “cole” y a lo mejor el curso próximo no se veían tanto. Pero de todas formas, al cabo de un momento volaban al viento una cometa totalmente ajenos a todo lo que no fuera su mundo.

Eso, despertó mis recuerdos.

Una tarde de finales de primavera, siendo niña, jugaba en un desván abarrotado de sueños, juguetes y cachivaches, en compañía de los dos primeros amigos escogidos por mí. En un momento dado alguno dijo que no quería crecer más. A lo que los otros dos nos apuntamos de inmediato. Quizás fue la primera vez que me sentí dueña de mis actos. Que mis palabras eran sólo el reflejo de mi voluntad. Interrumpimos nuestros juegos para hablar de ello, ninguno de los tres, entendía que gracia podía tener estar todo el día trabajando o sentado hablando y haciendo cosas de mayores. Además, tal como apuntó uno de ellos, no se les veía especialmente felices.


Teníamos clarísimo que ser mayor era aburridísimo y prometimos mediante nuestro juramento pirata especial, que por más que creciésemos íbamos a seguir jugando a todo, como si tal cosa. E hicimos un repaso largo y exhaustivo de a lo que no pensábamos renunciar de ningún modo. Aunque no lo recuerdo con la exactitud que me gustaría, si puedo hacer un extracto de lo más importante.


Por encima de todo íbamos a ser amigos para siempre. Años ha, que no sé nada de ellos, pero los sigo considerando mis amigos y tengo la certeza de que ellos a mí también.

No dejaríamos de creer en la magia ni en las hadas. ¡Of course!

Aparte de otros muchos destinos que sería largo y prolijo mencionar, los tres coincidíamos en que deberíamos viajar sin falta a Nunca Jamás. De hecho, alguno de nosotros vive ahí… (ver perfil)

Todos los días tendríamos un momento especial para seguir jugando a Piratas y Princesas… Y aunque lo de la aristocracia nos cae lejano, piratas, los hay por todas partes ¿verdad?

Seguir chapoteando en los charcos los días de lluvia, a pesar de las broncas que nos llevábamos al llegar a casa. Algo que he seguido haciendo con mis hijos siempre que he podido.

Podríamos dormir con nuestras mascotas y veríamos absolutamente todas las películas de dos rombos…

Y cada uno de nosotros expresó un deseo.
Uno de ellos quería tener un hermano para no estar solo en casa. Lo tuvo
El otro quería ser alguien importante cuando fuese mayor y hacer que los niños aprendiesen jugando. Lo es, y juro que lo dijo.
Y yo escogí vivir cerca del mar. Así es.

También intercambiamos tesoros en señal de amistad. Cada uno de nosotros debía poner a disposición de los otros dos algo que le gustase de verdad. Uno, se llevo algunas de mis canicas más preciadas y el otro un ejemplar firmado por una servidora de “El Corsario Negro” de Salgari y que en ese momento me dolió como si me arrancasen una muela a lo vivo. Yo me hice con una vieja caja de música, de las de cuerda, que aún conservo aunque no funciona y con una cometa, que alguno de mis hijos encontró hace años por un cajón y de la que nunca más se supo...


Los tres presagiábamos la separación. De hecho uno de nosotros, varón, fue el último año en que se le permitió “socialmente” jugar con niñas… y la otra, de mi mismo sexo, se trasladó de ciudad. Fue como una invocación al destino desde las postrimerías de una infancia, que aunque mágica, por diversos motivos fue más bien solitaria para los tres. Presentíamos que una época que ya controlábamos a la perfección y donde habíamos encontrado nuestro sitio, iba tocando a su fin y eso siempre crea cierta zozobra. Cuando un tiempo se acaba, muchas veces nos aferramos sin sentido a comportamientos, objetos o personas, que en el fondo sabemos que ya pertenecen a nuestro pasado. En un intento vano de permanecer en él.

Supongo que nos daba miedo perder nuestros sueños aún intactos, en el mundo que se nos avecinaba. Y es que crecer, en el sentido vital del término es algo como mínimo inquietante. Los cambios de ciclo dan muchas veces una sensación de pérdida de la seguridad de lo conocido. Algo que cuesta aceptar sin lucha interna. A nadie le gusta perder. Pero la vida nunca deja de ser una aventura de ese niño que todos llevamos dentro, un ir hacia lo desconocido a ciegas, avanzando como podemos detrás de nuestros sueños perdidos.
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domingo, 24 de mayo de 2009

Crisis, más de lo mismo...

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Pasan los meses y la crisis nos sigue azotando cada vez con más intensidad. Lo que comenzó siendo un problema “financiero” que se ubicaba sobre todo en el mundo de la banca y las grandes finanzas ha terminado por convertirse en un gran problema social que ya sacude los cimientos de todos los estamentos en los que se basa, o se ha basado la economía que ha sostenido al mundo “civilizado” y en especial a Occidente desde mediados del XX.

Parece que ese modelo arcaico de neo-capitalismo salvaje de producir sin fin ni plazo haya llegado a su término. No sin antes habernos arrastrado a una recesión sin parangón tanto en cuanto a su alcance global, como a su profundidad.

Nadie, ni los gobiernos, ni las grandes corporaciones multinacionales, ni los grandes directivos de los mercados financieros, ni siquiera el más modesto empresario quiere arrogarse la más mínima culpa al respecto. Algo, que se lanzan unos a otros como una patata caliente, que ninguno está dispuesto a acoger en su plato.

Pero las empresas, los gobiernos, los mercados financieros, hasta el más humilde de los negocios, no son una entelequia. Todos ellos están formados por personas. Gente con nombre y apellidos. Individuos, sujetos, con responsabilidades para lo bueno y para lo malo, son los que dan cuerpo y vida a esas entidades. Y están ahí, no sólo para llenarse los bolsillos, sino también para hacerse cargo de las pérdidas y de los errores. Aunque ahora mismo, muchos de ellos, se escuden detrás de pantallas infumables e intenten a toda costa diluir sus compromisos en un mar de equívocos veredictos y sentencias. En una especie de maricón el último.

Con gobiernos corruptos que son rehenes de la Banca y las grandes Corporaciones que financian sus campañas electorales y administradores políticos alejados de la realidad social al extremo. A los que lo único que parece importarles es quedar por encima del adversario para alcanzar su cuota alícuota de poder y así seguir perpetuándose en él o comenzar el “mangoneo” correspondiente. Otra vez, en una especie de, ahora me toca a mí, ¡se van a enterar éstos!.
Mientras tanto empresarios narcisistas y psicópatas sociales siguen actuando con total impunidad.

A estas reflexiones anteriores me ha llevado la lectura de las acertadas palabras de un experto que creo que definen a la perfección una de las causas principales que nos han llevado donde estamos. Él es Alex Rovira, economista y profesor de ESADE , que en El Economista, dice así:

“La psicología es la que ha creado la economía y ésta depende de un cúmulo de cuestiones como la confianza, la integridad y el compromiso. La pérdida de estos valores es la que nos ha traído la crisis económica.
Para este experto lo que ocurre es que estamos pagando la incompetencia de muchos directivos, que tienen dos patologías: el narcisismo y la psicopatía. Tratan a los empleados como objetos y no como sujetos y tienen una acusada falta de sentido de culpa y de pensamiento sistémico, es decir, que son incapaces de hacer previsiones de futuro y eso, en una empresa resulta crucial.
Cuando se le pregunta por el concepto de Psicópata referido a los empresarios responde:
Sí, me refiero a que han perdido valores como la austeridad, la discreción, el esfuerzo y la humildad. El psicópata financiero es aquel al que sólo le interesa recoger frutos a corto plazo. Ese cortoplacismo en resultados es un mal endémico de los ciclos económicos tal como están concebidos. La existencia de mucho dinero circulante hace que la codicia se apodere de bancos y empresas- cosa que ocurre cíclicamente- y eso pone en riesgo el sentido común.”

Y dicho esto, que cada uno se sitúe donde crea que debe estar y que cada palo aguante su vela. Los responsables tienen nombre y apellidos pero se nos están yendo de rositas, como de costumbre. Y a pandar los de siempre…


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lunes, 18 de mayo de 2009

Hasta luego cocodrilo...

Una vorágine de acontecimientos me ha mantenido ocupada atendiendo a diferentes frentes estos últimos días y aunque me creo fuerte, hoy, el ánimo decae. La vida ha vuelto a sorprenderme. Aunque quizás en esta ocasión debería decir que me ha golpeado cruelmente.

El sábado me despertaba con una malhadada llamada telefónica, en la que me comunicaban que un gran y viejo amigo, de los ciertos, nos había dejado…

Mientras modificaba mis planes de fin de semana para acudir a despedirlo, sólo podía pensar en que hace aproximadamente tres semanas habíamos hablado por teléfono de la posibilidad de comer juntos en breve. De hecho, cuando ha sonado el tfno y he visto su número, he pensado que llamaba para concretar la fecha de la cita.

Ya de viaje hacia el tanatorio de una ciudad cercana en la soledad e intimidad del coche y con un cierto tiempo por delante he recordado nuestra última conversación. ¡Cuánto te gustaba hablar Pep! Y a mí escucharte.

Ese día, entre otras muchas cosas, acabamos hablando de las veces que nos habíamos trasladado de domicilio. Tú apostabas un café, que te gané por 12 a 14, a que lo habías hecho en más ocasiones que yo y te quedaste boquiabierto al comprobar que a estas alturas de nuestra amistad había cosas de mi vida que desconocías. Y de nuevo me reprochaste cariñosamente mi ficticia extraversión y ponías en duda mi sociabilidad. Cuando en realidad, me decías, soy mucho más inaccesible de lo que parezco. Inaccesible o escarmentada, no me costaba, nada, hablar contigo.

Y aunque a un observador ajeno, pudiera parecerle extraña nuestra amistad, nos unían muchas cosas. Sobre todo esa corriente de compañerismo que se establece inmediatamente y a primera vista entre los perdedores. Entre los “casi”. Una infancia complicada y una adolescencia compleja y rebelde, aunque paralelas, confesadas poco a poco y a lo largo de los años hicieron comprensible esa afinidad del primer vistazo. Esa increíble conexión que ¡tantas veces! nos hacía llamarnos, cuando uno de los dos estaba pensando en el otro. Hubo suerte de que las respectivas parejas entendiesen y aceptasen, lo que por otra parte era algo irremediable.

Te has ido como has vivido, sin avisar. Eras de los que decías más por tus silencios que por tus palabras, por tus ausencias que por tus presencias. No te sobraban ni belleza ni simpatía, pero sí valentía, inteligencia y sobre todo bondad a raudales. Siempre admiré esa capacidad tuya para perdonar sin más. Eras lo más.

Sé que estás aquí conmigo diciéndome que esto es sólo un hasta luego cocodrilo… pero mientras no cruce a tu orilla echaré a faltar tu saludo cariñoso ¿qué pasa mariputi? A lo que yo acostumbraba a contestar, ¡Ei podrit! ¿Qué fas? On ets?

Fins aviat amic…






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lunes, 11 de mayo de 2009

Mirando hacia adelante...

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Hay días en que me cuesta escoger un tema sobre el que escribir. Hoy, es uno de ellos. Pero al final como por arte de birli-birloque siempre acaba por salir algo del teclado. Vamos a probar pues, como andamos de magia potagia…

A veces, la vida nos sorprende y cambia nuestro rumbo en pocas horas. Creo que estoy en una de esas ocasiones. A grandes rasgos os diré, que llegué el viernes de un viaje laboral muy satisfecha con los resultados obtenidos pero después de una reunión con mi “jefe” estoy pensando en dimitir. Mis últimos cinco años laborales y una labor bien hecha, con mimo y eficacia, están a punto de irse al garete por “diferencias irreconciliables”. Y lo mejor o lo más extraño, según como se mire, es que según van pasando las horas más a gusto me siento con la idea de finalizar una etapa donde me he sentido la mayoría del tiempo, como pez en el agua.
¿Cual es el problema pues? os preguntareis.
Soy capaz de trabajar con abnegación y dedicación full-time, asumiendo y a pesar de dificultades varias, de las que os obviaré aburridas explicaciones. Y soy capaz de hacerlo, mucho más por el gusto que me produce el trabajo y la consecución de un objetivo difícil, que por el tema crematístico, que no es que no me importe. Todos trabajamos por dinero. Digamos… que prefiero ganar menos pero sentirme bien y satisfecha con lo que hago, que hacerme rica haciendo algo que me contraríe en demasía o algo que me haga sentir como una esclava.

El problema es que soy tozuda y orgullosa, y cuando creo tener razón, como es el caso, no doy el brazo a torcer ni que me vaya la vida en ello. Soy una auténtica mula, de las de raza. De las de piñón fijo. Y me molesta sobremanera que intenten manipularme. Y sobre todo que me tomen por tonta. Que una cosa es la disparidad de opiniones y otra muy distinta comulgar con ruedas de molino.

Me molesta la cretinez del que se cree más fuerte y más inteligente que tú sin serlo. Me molesta la prepotencia del que piensa que te dará la vuelta sin que te percates de ello. Me molesta la malicia del que haciéndose el humilde y el San Dios, intenta conseguir dejarte en ridículo delante de los demás. Me molesta la gente que no sabe pedir disculpas cuando se equivoca. Y más aún los que, cuando se ven perdidos, tergiversan cualquier cosa para que otros, sin comerlo ni beberlo, parezcan culpables. Y me molesta, sobre todas las cosas, la estupidez del que no sabe perder.
Y me da satisfacción no vender mi alma, porque quiero y porque puedo. Ni siquiera una miajita de mi dignidad, por dos duros que conseguiré más tarde o más pronto en cualquier otro “tugurio laboral”. Y me da satisfacción saber que, a mi manera, he ganado esta batalla. Y me da satisfacción saber que, soy yo y sólo yo, la que controla mi situación. Y me da satisfacción saber que, con la excepción de los lameculos de turno, el 100% de la gente que nos conoce me apoya, independientemente de si pueden, o no, decirlo y demostrarlo. Y me da satisfacción saber que la otra parte está rabiando porque, por una vez, no se ha salido con la suya. Y me da satisfacción saber que sigue haciendo sus maniobras orquestales en la oscuridad patética e inútilmente. Y me da satisfacción sentir que no tengo rencor ni resentimiento alguno. Y por último, me da satisfacción saber que tengo la razón y la verdad de mi parte y tener la certeza de que no me voy a arrepentir de haber tomado esta decisión.
Y por raro que os pueda parecer, me relamo pensando en qué? y cuando? volveré a ponerme en marcha. Empezar algo nuevo a estas alturas, tal y como están las cosas, es algo que me apetece afrontar. Estoy como una niña con zapatos nuevos.

En todo caso, estoy deseando que llegue mañana porque creo que mi guerra ya es otra y es un auténtico alivio, finalizar ésta, sin haber permitido que otros la comiencen.
¿Quién dijo miedo?

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