Imagen de la mirada de cristal
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Hay puntos e inflexiones en nuestro camino, que a veces detienen esa vorágine de acontecimientos cotidianos que devoran nuestro tiempo de forma voraz y nos ponen en disposición de reflexionar, que de alguna manera es también una forma de soñar nuestra realidad. O de intentarlo. Sobre todo, si ya existe esa tendencia previa. Los próximos párrafos que leeréis, los que tengáis a bien hacerlo, no descubren nada que la mayoría no sepáis o que no os hayáis planteado alguna vez. Pero hoy, como dice la canción, es mi gusto compartir estos dos trazos y un borrón, con los que hasta aquí os acerquéis.
Renunciar a no importa que sueños, a sabiendas de que dejas pasar un tren que no volverá a pasar… o al otro por un “otro” que ya no es nuestro “otro”… incluso renunciar a uno mismo, en aras de una realidad que ya nos es ajena, incluso absurda y paralizante, por simple miedo o desesperanza de no alcanzar lo “eterno” en lo que soñamos en otra bifurcación del camino… hasta por unos daños colaterales que a la larga resultan no ser tales en la mayoría de ocasiones, parece de una absurdez palmaria y siempre dolorosa.
Un insulto inexplicable de todo punto a nuestra inteligencia “natural”, que nos pide el cese de ese error continuado de una forma incesante. Pero esta equívoca situación, que muchas veces puede convertirse en tremendamente castradora para quien la sufre, se produce millones de veces todos los días a nuestro alrededor. También en carne propia. ¿Quién no tiene un sueño “en renuncio” en un cajón? a la espera de ese momento oportuno, del que en el fondo tenemos la certeza que no llegará jamás! Porque jamás le daremos chance… Ni siquiera cuando tras un análisis exhaustivo e imparcial de esa misma situación, comprobamos que ya no es esencial en absoluto más allá de la fuerza de la costumbre, ni nuestra presencia ni nuestro soporte a no importa el intrínguli que nos ocupe o preocupe.
No es baladí aquí tampoco, el tema de una falsa seguridad, en la que la mayoría creemos estar instalados si vivimos como se espera de nosotros en no importa la cultura que nos habite. Aunque siempre haya un momento en que los años y los espejos desmientan ese falso amparo de forma evidente. Algo que nos enseñan a rechazar también desde niños. Uno no debe salirse de la raya prevista, si no es para triunfar al “uso”. Un movimiento que acostumbra a excluir a pusilánimes y medrosos, de lo que creen un futuro incierto. Pero la verdad es que el porvenir siempre será una nebulosa borrosa e imprecisa., porque hoy estamos y mañana no estamos… y eso es lo único cierto.
Quizás lo peor de todo sea, que aún habiendo abandonado confesiones religiosas, que obviaré analizar aquí u otras tribus e instituciones varias como familia y demás… y dejando en el aire motivos y hábitos de otras civilizaciones, este comportamiento, es algo que forma parte habitual de nuestra cultura “judeo cristiana”, basada por completo en un sentido de “culpabilidad” tan fuertemente arraigado en nosotros desde la cuna, que resulta realmente difícil desprenderse de esa rémora, que nos detiene tantas veces. Nos imbuyen desde niños hacia una errónea y sobre todo falsa, “falta de egoísmo propio”, que es la que nos induce en la mayoría de ocasiones a esa renuncia a nuestros sueños, a nuestras metas primigenias. O a legítimas segundas o tropecientas oportunidades. No estoy proclamando la falta de responsabilidad ni el abandono insensato, sino el compromiso propio con nosotros como sujetos y directores de nuestro propio itinerario vital, que es en última instancia la única responsabilidad final de todos y cada uno de nosotros.
Cambiar nuestra realidad, si ese es nuestro auténtico deseo, pasa muchas veces por romper con nosotros mismos. Algo ciertamente difícil y que exige un proceso, un viaje a la auténtica madurez, asumiendo nuestras propias contradicciones… aunque eso signifique renunciar a las innumerables “comodidades”, que en el fondo no son tales (nada que nos atrape… puede ser cómodo) en las que nos afincamos por rutina, cobardía o pura inconsciencia.
Así que os deseo muchos ataques de ese extraño sentido común, que acostumbra a ser el menos común de todos los sentidos … y algún que otro acceso de valentía para romper las cadenas que os aten a lo absurdo que haya en vuestra vida e ir más allá del intento.
Suerte y felices días a todos!