Imagen de la mirada de cristal
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La magia de lo breve, es tan solo el reflejo benévolo de lo imposible.
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Cuando descubre por primera vez la intensa mirada del
espectador de unas cuantas butacas más allá, la sala de conciertos, a rebosar, ya está
en penumbra y los músicos han dado su postrer ‘afine’. Los asientos vacíos
entre ambos y la columna de su derecha, evidencian que ella es, sin ninguna
duda, el objeto de su aparente curiosidad. Pero está tan lejos de su hábitat
natural, que sabe con seguridad que probablemente la oscuridad y las gafas de
miope que luce el mirón, provocan su confusión. Y pronto las notas del
concierto de Mendelsshon y el virtuosismo del concertino, absorben su atención,
haciendo que todo lo que no sea música pase a un segundo plano lejano. Está en
uno de los -concert hall- europeos considerados una meca. No se escucha una
tos, ni una respiración. Nada. La compenetración entre oyentes y ejecutantes es pluscuamperfecta, cada uno en su sitio, dando muestras de una gran profesionalidad. Sólo esa mirada que insiste, está fuera
de lugar. Finalizando el Allegro, a punto de pasar al Andante, vuelve a sentirla
con obviedad y decide enfrentarla en un –ya vale- que afortunadamente parece
ser la solución.
En la pausa, el desconocido, muy educada y ceremoniosamente
se atreve a abordarla para disculparse por su insistencia. Ella no habla su
lengua pero ante sus evidentes excusas, murmura en inglés: ok, y un, lo siento, pero no hablo su idioma.
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Apoyándose en ese lenguaje internacional que es la mímica,
da entender además, que no está interesada en nada que él pueda explicarle u
ofrecerle, encogiéndose de hombros e iniciando la retirada. Pero él, no ceja, y cambia inmediatamente de idioma, para rogarle que espere unos
segundos. La impaciente más arrogante que vive en ella, está a punto de hacer
su aparición, cuando él extrae rápidamente
una fotografía de su billetera y se la muestra. Y ese otro lenguaje internacional,
que sólo se habla con los ojos… hace también acto de presencia. Desde esa
cartulina, un tanto ajada que le presenta ese extraño personaje, una
desconocida que guarda un parecido más que notable con ella, le sonríe.
Al levantar la vista del retrato, desde su súbita mudez,
enfrenta unos ojos arrasados de emoción que vuelven a pedirle disculpas. “Su”
ya no tan 'extraño', más o menos repuesto, le hace saber que la foto es de su
esposa, fallecida hace algo más de dos años. Que ese concierto de Mendelssohn,
tuvo un gran significado para ambos y que cuando la ha visto en esa butaca tan
cercana, ha creído ver algo más que visiones y le ha producido una gran
inquietud. Que no cree que sea una casualidad, y que sabe que le parecerá raro
lo que va proponerle… pero aceptará cualquier respuesta suya con agrado.
-Señora, si vd. fuese tan amable de sentarse en la butaca
contigua a la mía, le quedaría eternamente agradecido.
Ahora es ella la que lo mira fascinada, colapsada por la
situación, desbordada, procesando toda esa información a marchas forzadas.
Suena el último aviso en el pasillo de acceso a los palcos, y la
iluminación comienza a menguar de nuevo. Él murmura un dócil pero profundo, please!
Madame… y le ofrece su mano que no soltará hasta que se enciendan de nuevo las
luces.
Finalizado el concierto o el sortilegio… una
breve charla de compromiso en el ambigú del precioso edificio neorrenacentista, mientras hacen ver que toman una copa. Lo justo, para sorprenderse
con su nacionalidad, saber que ella parte al día siguiente hacia su país, darse
sus nombres… Un cruce cortés y más que improbable de direcciones electrónicas y
poco más. Apenas 15 minutos.
Quienes la esperan, atribuyen el brillo de su mirada y su
aire distraído a la emoción generada por la música. Ella, asiente y guarda
silencio. Hay vivencias que no tienen explicación. Hacerlo, no haría más que
embarrarlas. Porque existen historias que pertenecen a otros mundos...
Esa madrugada, mientras la impía lluvia de un otoño avanzado lame los cristales de la ventana del arcaico y robusto edificio de un hotel, que aún respira socialismo por todos sus poros y los árboles se desnudan alegremente regalando el baile de sus hojas a algún otro insomne y a los pocos transeúntes de esa hora nona, ella piensa, que los días huyen veloces, a la contra… vaciando de horas y de vida nuestras manos… al tiempo que en su cabeza se desgranan de nuevo las notas del Concierto en e menor Op.64 de Mendelssohn-B.
Esa madrugada, mientras la impía lluvia de un otoño avanzado lame los cristales de la ventana del arcaico y robusto edificio de un hotel, que aún respira socialismo por todos sus poros y los árboles se desnudan alegremente regalando el baile de sus hojas a algún otro insomne y a los pocos transeúntes de esa hora nona, ella piensa, que los días huyen veloces, a la contra… vaciando de horas y de vida nuestras manos… al tiempo que en su cabeza se desgranan de nuevo las notas del Concierto en e menor Op.64 de Mendelssohn-B.
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Dedicado a un desconocido, llamado Vàclav.
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